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«Si no sabes dónde vas, ¿cómo sabrás que has llegado?»

El título de este post es una de las frases que más repito en dos tipos de intervenciones, que, de entrada, son muy diferentes entre sí.

La repito en cada Programa de Presentaciones o de Comunicación en Público, para llevar la atención a lo necesario que es definir con precisión el Objetivo que pretendemos alcanzar; pero lo que es más importante y más relevante es que si no defino bien el resultado que espero lograr, no sabré si mi objetivo se ha cumplido.

Si mi objetivo, ahora que se acerca el veranito, es perder 3 kilos para verme mejor en bañador, el resultado será que en la báscula, efectivamente, pese 3 kilos menos. Parece una obviedad, pero en muchísimas ocasiones definimos objetivos sin buscar evidencias de resultado.

Y en el segundo contexto en que lo utilizo es en el inicio de los procesos de mentoring o coaching. En estos casos es absolutamente indispensable conseguir una buena definición del Objetivo que quiere lograr nuestro cliente y ayudarle a visualizar el resultado esperado.

Porque también es cierto que, como dice una frase célebre; “Cuidado con lo que te propones porque, a lo mejor se cumple”. Si es así, has de estar segurx de quererlo.

Por eso en este artículo queremos hablar de cómo definir objetivos autoconcordantes, o, de acuerdo con el modelo de la Escuela de Mentoring, Objetivos con Encaje (Mª Luisa de Miguel).  Es decir, objetivos que, viendo cuál es el resultado esperado, sea lo que queremos para nuestra vida.

Empecemos por hacer una reflexión sobre qué son los objetivos.

Los objetivos personales constituyen uno de los elementos de la personalidad que más intensa y regularmente marcan el bienestar de la vida diaria de las personas. Son los propósitos, metas o intenciones que las personas se proponen para sus vidas. Visto así, casi cualquier cosa que nos planteemos podría constituir un objetivo personal: acudir con regularidad al gimnasio o hacer sesiones de pilates; dedicarse a cuidar de otra persona; trabajar en algo que te guste; disfrutar de tocar un instrumento musical o ir al cine al teatro una vez por semana o al mes; o quedar regularmente con los amigos serían objetivos que están presentes en nuestra vida con mayor o menor conciencia de ellos.

Pero, ¿nos proporcionan todos los objetivos personales el mismo nivel de bienestar? Desde luego que no. Y depende del grado en que nos sintamos capaces de lograr ese objetivo. Técnicamente a esta percepción se le denomina “autoeficacia” (Bandura, 1999), y va a tener una gran influencia sobre cómo nos sentiremos mientras nos estamos esforzando con el objetivo propuesto, así como el bienestar que sentiremos al haberlo terminado.

Pero además de la autoeficacia, recientemente ha ido cobrando importancia la denominada motivación de autoconcordancia de los objetivos personales (Sheldon y Elliot, 1999), a la que nos hemos referido antes.

La autoconcordancia se refiere al grado en el que un objetivo personal es concordante con los valores más profundos y con los intereses más duraderos de la persona.

Un objetivo se considera autoconcordante cuando se lleva adelante bien por motivación intrínseca, por el puro placer de llevarlo a cabo: tocar un instrumento, disfrutar de los amigos, etc. O bien cuando el objetivo se lleva a cabo porque, independientemente de lo agradable o desagradable que sea la tarea, la persona se identifica con el valor que posee el objetivo: por ejemplo, cuidar de una persona que no puede valerse por sí misma; conseguir un proyecto profesional,etc.

La autoconcordancia, entendida como el grado en el que una persona es coherente consigo misma a la hora de decidir en qué cosas piensa invertir su tiempo, es un elemento fundamental del bienestar, más allá de cómo de capaz o incapaz se sienta para llevar adelante esa tarea.

Pero no es todo tan sencillo como parece. Con frecuencia, los objetivos que nos planteamos no son autoconcordantes, ya que viene marcados por motivaciones extrínsecas (exigencia; miedo al castigo; presión social, sentimientos de culpa o vergüenza, etc.).

Por eso cuando en las primeras sesiones de un proceso individual ayudamos a definir los Objetivos hemos de ver que el resultado esperado y el proceso para lograrlo sean autoconcordantes y “encajen” en su vida. En realidad, en muchas ocasiones no logramos los objetivos que nos proponemos porque, en realidad, no encajan con nuestra vida, con nuestro momento, o con nuestras verdaderas motivaciones intrínsecas. Y nos lo proponemos forzados por las circunstancias.

Algunas de las preguntas que utilizamos para ayudar a definirlos tienen que ver con el Beneficio o Valor que le van a reportar. Por ejemplo, ¿Qué significado o valor tiene para ti ese objetivo? ¿Qué obtendrías si lo lograras?

Otras preguntas tienen que ver con la visión de sí mismx cunado el objetivo esté conseguido: Por ejemplo, “Imagínate dentro de (8 meses 1 año, 2 años…) cuando ya hayas logrado el objetivo.  ¿Cómo sería tu vida al conseguirlo?

Luego hay preguntas sobre el “encaje”, propiamente dicho: ¿Qué pasaría si logras el objetivo? ¿Qué cambiaría en tu vida? ¿Cómo te afectarían esos cambios? ¿Qué cambiaría en tu entorno?

Y, cómo no, hemos de ayudarle a poner en la balanza qué ganará y qué perderá consiguiendo el objetivo. Preguntas del tipo ¿Qué estás dispuesto a hacer para lograr tu objetivo? ¿Y a qué no estás dispuesto? ¿A qué estás dispuesto a renunciar o perder por el logro de tu objetivo?

Volviendo al ejemplo que he puesto al inicio, está claro que si quiero perder 3 kilos voy a tener que renunciar a los extras del fin de semana, a los aperitivos, al vinito o a la cervecita…

Y entonces he de preguntarme: ¿Me compensa de verdad el esfuerzo que voy a hacer por la ganancia que tendré?

¿Encaja en mi vida, en mi momento, teniendo en cuenta, tal vez, el estrés que tengo, el cansancio que arrastro, la necesidad de compartir buenos ratos con la pareja, los amigos?

Es decir, el resultado esperado puede ser muy atractivo, pero la motivación quizá sea más extrínseca que intrínseca, y quizá no termina de encajar en mi momento…

En nuestras sesiones ayudamos al cliente con estas, y bastantes más preguntas (sobre el control que tiene para lograrlo; sobre los recursos disponibles; sobre el tiempo que se da para alcanzarlo, sobre los obstáculos que encontrará, sobre los indicadores de resultado, etc.) a fijarse un “objetivo con encaje”, que sea autoconcordante. El objetivo marca nuestro rumbo si definimos el resultado esperado, pero asegurémonos de que ese rumbo coincida con nuestras motivaciones.

Parafraseando la famosa afirmación de Nietzche: “si quieres sentirte bien, no me sigas, ¡síguete a ti mismo!”.

Fuentes: Elaboración propia; Escuela de Mentoring (Mª Luisa de Miguel);  Eneko Sansinenea1, Lorena Gil1, Arrate Aguirrezabal1, Maider Larrañaga1, Garbiñe Ortiz1, José Francisco Valencia1 y María José Fuster Ruiz2 (1) Universidad del País Vasco y (2) Universidad Nacional de Educación a Distancia

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