Blog

La vasija agrietada… un cuento para el verano

 

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.

Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua. Durante dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.

Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.”

El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.”

Así lo hizo la tinaja. Y en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar.

El aguador le dijo entonces: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente cómo eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.

Tuve el placer de escuchar este cuento Hindú de la mano de Tasia, la “rata de biblioteca” del colegio de mis hijos. Hacía mucho tiempo que no me explicaban un cuento y solo por eso ya fue un momento especial.

A medida que lo iba escuchando me hacía pensar. ¿Quiénes eran los diferentes personajes del cuento en mi vida?

Lo primero: la vasija agrietada y la vasija perfecta.

¿Una persona perfecta? ¿Orgullosa? ¿Enfocada en los objetivos? ¿Eficiente y eficaz a la hora de conseguirlo?… A veces podía sentirme esa vasija perfecta.

¿Una persona avergonzada? ¿Imperfecta? ¿Miserable?… Aunque no en estos términos exactamente, también siento que a veces no llego a mi 100%. Y eso puede pesarme.

Me puedo sentir reconocida en ambas vasijas.

En segundo lugar: la capacidad de ver más allá de las propias grietas. Sí. La vasija agrietada se sentía mal. Sentía que no cumplía lo que se esperaba de ella. Que, si se comparaba con otras de su misma especie, no tenía la misma calidad. Además, era incapaz de cumplir con el objetivo por el que fue creado. Transportar agua. Y eso era cierto. Pero, era incapaz de ver, y mucho menos poner en valor, otras tareas que hacia sin ser consciente, sin esfuerzo.

En ocasiones te enrocas en que tienes que estar haciendo algo, no lo logras. No llegas a conseguir lo que crees que se espera de ti. Esto te frustra. Te entristece. Incluso, te llegas a enfadar contigo mism@ y con el mundo. Pero estás aportando, aunque ahora no seas capaz de verlo.

A veces, también me siento así. Vulnerable

Y, por último, cuando tú no puedes ver más allá de tu situación, estar rodead@ de personas potentes que te ayudan, que saben sacar lo mejor de ti, que te ven con tus fortalezas y tus puntos débiles, que te dan oportunidades, que te hacen crecer, que te reconocen…

Tengo el placer, también, de tener personas así a mi alrededor.

A ellas quiero darles las gracias. Reconocerlas.

A todas las que me ven, con mis luces y mis sombras. Con mi vasija firme y mi vasija agrietada.

A todas las que me permiten simplemente, sentirme como estoy. En ocasiones triste, en otras muchas alegre. Por circunstancias concretas, enfadada y por muchas otras, feliz.

A todas aquellas personas que ven mucho en mí. Y que aprovechan mis grietas para seguir ayudándome a sacar lo mejor de mí.

Cuidemos también de las vasijas agrietadas. También sirven. No dejemos que se acaben de romper. A veces, solo necesitan que las sostengamos. Otras que les dejemos espacio. Otras que las guiemos.

Relacionados

CADA 2 SEMANAS
PUBLICAMOS UN ARTÍCULO.
NO TE LO PIERDAS.
SUSCRÍBETE AHORA.