Hace unas semanas hablé sobre lo que significa atreverse al cambio, esa mezcla de vértigo, ilusión y dudas que aparece cuando algo dentro empieza a decir: “ya no quiero quedarme donde estoy”. Cambiar no es tan simple como tomar una decisión de un día para el otro. A veces se quiere, pero no se sabe por dónde empezar. Otras veces se necesita, pero cuesta encontrar cómo.
Cambiar también es dejar atrás, replantear y elegir con intención y propósito. Decir que no a algo para decir que si a otra cosa. Para eso, más allá del impulso o la emoción, necesitamos herramientas que ayuden a ordenar lo que sentimos, poner en palabras lo que pasa por dentro y ver con más claridad qué impulsa y qué frena.
Una herramienta para mirar con otros ojos
Hacer un cambio siempre conlleva riesgos. No se trata de avanzar sin pensar ni analizar, sino de hacerlo con conciencia. Por eso hoy quiero compartir una herramienta que conocí en Solorelatio y que utilizamos para acompañar procesos de cambio: la matriz del cambio.
Tiene cuatro cuadrantes que exploran lo positivo y lo negativo de cambiar, y también de no cambiar. Esta mirada permite revisar emociones, evaluar posibilidades y reconocer pérdidas y obstáculos, para que no sean los miedos los que tomen el control. A veces, solo observar con honestidad lo que hay en cada rincón de nuestras dudas ya se abre una puerta.

Cuando me enseñaron esta herramienta, lo primero que pensé fue en el momento en el que decidí mudarme de país, porque claramente reconocí esas cuatro voces internas que la matriz describe.
Los cuatro cuadrantes
- Lo positivo de no cambiar: La voz que decía “quedarse donde está es seguro, cómodo y familiar”. Es la zona de bienestar, donde las dinámicas, creencias y nuestras competencias conocidas nos dan estabilidad, aunque no siempre nos motiven. Esta zona puede ser cómoda, pero también incómoda porque la “propuesta actual” ya no compensa y aparecen las resistencias internas. La pregunta clave aquí es: ¿qué procesos o creencias necesito dejar atrás para avanzar?
- Lo negativo de no cambiar: Aquí aparece el famoso cocodrilo de la matriz, que representa los riesgos y peligros de no moverse y el sentido de urgencia o de oportunidad. En mi caso, era ese miedo silencioso a que, si no hacía algo, mis sueños y motivaciones podían quedar atrapados. La pregunta que guía en este cuadrante es: ¿cuáles son los riesgos de no avanzar? Con esta pregunta podemos reconocer el “por qué” real del cambio. El cocodrilo actúa como una alerta: lo que parecía seguro o familiar deja de ser suficiente, y aparece la incomodidad necesaria para dar el paso. Si no hacemos nada, la zona de confort puede volverse una amenaza para lo que más valoramos, y convertirse en el lugar donde lentamente se apagan las ganas, la energía o el sentido.
- Lo negativo de cambiar: Cambiar no es fácil y aquí se exploran las dificultades que implica: los esfuerzos, las emociones que duelen o cuestan transitar, y las renuncias necesarias. En mi proceso, fue aceptar que no podía controlar todo, que tendría que atravesar tropiezos. Cuando tomé la decisión de mudarme, creía que tenía que tener todo bajo control: plan A, plan B, plan C… y hasta plan Z, ese que dice “en el peor de los casos, voy a hacer esto otro”. Y fue justamente el plan Z el que finalmente más utilicé. La pregunta guía de este cuadrante: ¿qué apoyos y recursos necesito para avanzar? Y para mí fue fundamental descubrir que no estaba sola: tuve el acompañamiento de mentores, familiares y amigos, incluso en la distancia durante este proceso. Pero por sobre todo también me sostuvo algo más profundo: el propósito detrás de esta decisión, las ganas reales de conocer algo distinto, de crecer, de moverme hacia un lugar que se sentía más alineado conmigo. Esto fue lo que me sostuvo en medio de tanta incertidumbre.
- Lo positivo de cambiar: Este cuadrante es el que contiene el tesoro. Es donde aparece el “para qué”, el propósito que impulsa el cambio. Es la razón que le da sentido a cada esfuerzo y convierte la incertidumbre en dirección. Te recuerda por qué vale la pena avanzar y conecta el cambio con lo que realmente importa para ayudarte a transitar cada etapa. En mi experiencia, ese para qué fue descubrir un mundo nuevo, la satisfacción de lograr un objetivo personal que lo tenía guardado en el cajón hace mucho tiempo y crecer tanto personal como profesionalmente desde otra perspectiva. Aquí la pregunta guía es: ¿qué beneficios quiero para mí y qué quiero conservar con este cambio?, así el cambio deja de ser solo un movimiento y se convierte en una construcción con sentido. Porque cambiar también es elegir qué se mantiene vivo y valioso.
Entre lo que se suelta y lo que se encuentra
Después de muchos ajustes, planes alternativos, apoyo y resiliencia, poco más de un año después de haber iniciado este proceso, empiezo a descubrir el verdadero valor de este cambio. No solo lo que gané, sino la transformación en el camino, como persona y profesional.
Mudarse de país implicó muchas renuncias, pérdidas y dificultades —como muchas otras decisiones— pero también trajo nuevas oportunidades, nuevas personas, nuevos paisajes, nuevas perspectivas y un mundo de posibilidades.
El cambio no siempre es una línea recta ni es inmediato, y está bien que así sea. No se trata solo de ver qué se puede ganar si se cambia, sino también de reconocer qué debemos dejar atrás para avanzar, y cuál es el costo de quedarnos en el mismo lugar.
Lo importante no es tener todas las respuestas, sino empezar a hacerse las preguntas correctas. La matriz es una invitación a explorar con honestidad: a revisar lo que impulsa, lo que frena, lo que ilusiona, lo que duele… y también lo que asusta.
Una brújula para acompañar decisiones
El miedo no desaparece por completo —tampoco hay que buscar que lo haga—, pero se vuelve más manejable cuando se entiende. Entonces, la decisión deja de ser un salto al vacío para convertirse en un paso más consciente, más conectado con lo que una es, con la historia que trae y con el deseo que la impulsa.
Como psicóloga, consultora, y como alguien que también atravesó procesos de cambio profundos, sé que elegir no siempre es fácil. Las decisiones importantes vienen acompañadas de preguntas, temores, incertidumbres. Y, a veces, lo más necesario no es resolver todo de inmediato, sino poder sostener la duda un poco más: darle espacio, entenderla, dejar que nos hable y cuando contamos con herramientas que acompañan —que no empujan ni apuran, sino que ayudan a mirar con más claridad lo que hay dentro—, ese primer paso empieza a sentirse un poco más posible.
Esta matriz puede ser una brújula: no para dar todas las respuestas, sino para acompañar en la búsqueda de las propias. Porque en ese camino, es fundamental reconocer los “cocodrilos” —esas situaciones que antes parecían cómodas, pero que ya no lo son— y entender que, si no se actúa, pueden terminar devorando los sueños, las ambiciones y las motivaciones.
Que esta herramienta te ayude a dar cada paso con más confianza y consciencia, sabiendo que elegir implica riesgos, pero también la posibilidad de crecer, de encontrar nuevas perspectivas, y de descubrir esos tesoros✨ que solo aparecen cuando nos animamos a cambiar.