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Gestionando la Inteligencia Emocional

Dentro de mi último post “afilar mi sierra” compartí una serie de propósitos enmarcados en las 4 dimensiones planteadas por Stephen R. Covey en su libro Los siete hábitos de la gente altamente efectiva:

  • La dimensión física: cuidar nuestro cuerpo
  • La dimensión espiritual: desarrollar el compromiso con los valores personales
  • La dimensión mental: fomentar la lectura y el estudio
  • La dimensión social y emocional: mejorar las relaciones con los otros

Quiero contaros que dando respuesta a la dimensión mental he empezado un Postgrado en Inteligencia Emocional en las Organizaciones. Aunque estoy en las primeras etapas del camino quiero compartir una de las herramientas que me han parecido más útiles: el modelo de capacidad de inteligencia emocional desarrollado por Jack Mayer y Peter Salovey (1997).

Este modelo  considera que la IE se conceptualiza a través de cuatro habilidades básicas, que son:

  • Identificar: ¿Cómo nos sentimos? ¿Cómo se sienten?
  • Usar: ¿Cómo nos gustaría sentirnos? ¿Cómo les gustaría sentirse?
  • Entender ¿Por qué nos sentimos así? ¿Por qué se sienten así?
  • Manejar: ¿Qué soy capaz de hacer? ¿Qué somos capaces de hacer?

El objetivo de este modelo, por tanto, es  percibir, entender y gestionar información emocional propia y ajena.

En este post me voy a centrar exclusivamente en el Identificar y el Usar que configuran la Inteligencia Emocional Experimental. El entender y el manejar configuran la Inteligencia emocional estratégica y la abordaré en mi próximo post.

La Inteligencia Emocional Experimental es más inmediata e intuitiva ya que el identificar y el usar configuran la empatía emocional. Se refiere a las sensaciones y sentimientos que recibimos en respuesta a las emociones de los demás.  Esto puede incluir la resonancia de lo que esa persona está sintiendo desde la semejanza, o la tensión que nos aparece cuando detectamos el miedo o la ansiedad del otro.

Una de las mayores dificultades que me surgen tanto en el Identificar como en el Usar es manejar un lenguaje emocional amplio ya que necesitamos tener referencias claras para resonar emocionalmente. Cuando pienso en cómo me siento, cómo me gustaría sentirme  o qué tono emocional percibo en los equipos me acostumbran a aparecer palabras como: triste, “depre”, feliz, contenta, agradecida, satisfecha, angustiada, temerosa, desfallecida, enfadada, … pero no muchas más. Sin embargo en el libro “Universo de Emociones” de R. Bisquerra, descubro que el abanico es mucho más amplio.  Se habla de 307 emociones que permiten visualizar y comprender nuestro comportamiento como seres humanos. El hecho de definir con mayor claridad cuál es mi emoción (la que tengo o la que quiero) o la de los otros me facilita el  mejor diseño de acciones para regularme emocionalmente.

Otro hecho  importante a la hora de comprender la resonancia emocional es considerar que existe una distinción entre emoción, sentimiento y estado de ánimo. La emoción tiene que ver directamente con la respuesta que recibimos ante un impacto determinado. Puede tener mayor o menor intensidad pero es automática y de duración muy corta. El sentimiento es lo más mental. Es emoción y pensamiento y desde ahí actuamos.  El estado de ánimo es un estado emocional que permanece durante un período relativamente largo.

No quiero acabar este post introductorio sin proponeros un ejercicio. Se trata del Registro de “Tu diario emocional”. En él, durante X días, deberías ir registrando las 10 emociones más relevantes que has tenido durante el día. Cuando ya lo tengas completado es iluminador que te plantees  algunas preguntas: ¿Cuál es la emoción que más te aparece?, ¿Hay alguna emoción que visites con menos asiduidad? ¿Qué hace que no la visites o, en realidad, te la niegas?… Quizás así tengas mayor consciencia emocional para llevar a cabo acciones más efectivas y saludables.

 

 

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