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Querer no es poder

Vivimos en una vorágine constante de inputs, información, hechos que inundan nuestro día a día personal y profesional.

Este ritmo constante nos lleva a focalizarnos para conseguir resultados. Sin embargo nuestro tiempo es limitado. La sociedad y la actual cultura del trabajo nos exige un ritmo frenético al que respondemos con planificaciones autoexigentes en nuestras agendas que difícilmente podemos cumplir. Y esto está llevando a que la manera de funcionar de muchas personas desemboque en una obsesión por cumplir con una lista interminable de tareas para obtener la recompensa de tachar cada una de esas tareas una vez realizada. Lo que siempre ha sido una manera sencilla de organizarse lo hemos convertido en una necesidad. La de sentirnos útiles, productivos, válidxs.

Planificamos días repletos de actividades y ante la pregunta “¿Cómo estás?” respondemos con tono de triunfo que vamos de bólido lo que incluye también muchos fines de semana. Nos autogeneramos más estrés y con una planificación tan exigente disminuimos nuestra capacidad de improvisación y cierta creatividad, con su impacto en nuestra salud mental y física.

La agenda debe ayudarnos a organizar mejor nuestras prioridades, no a llevarnos a una carrera hacia la súper productividad. En medio de esa vorágine escuchamos la frase “querer es poder” lo que viene a expresar que con voluntad, actitud y esfuerzo, se puede conseguir prácticamente todo. Este concepto proviene de Schopenhauer que desarrolló el poder de la voluntad y lo definió como el estado de ánimo que nos impulsa a la acción. Evidentemente no todo lo que se intenta en la vida se consigue del todo, de la misma forma que difícilmente puede alcanzarse algo que no se proponga o intente.

Poco después Nietzsche habló de la voluntad de poder como el deseo de autorrealización, de desarrollarse al máximo que consiste en la afirmación de los propios deseos, planes y proyectos. Para este autor, la voluntad de poder se identifica con la lucha por ser más y mejor, es decir, superior a los demás. Ese es el prototipo del superhombre. No se trata de la facultad de vivir, como pensaba Schopenhauer, ni del instinto de sobrevivir al que se refería Darwin; se trata del impulso natural a crecer y expandirse. Un impulso natural que no tiene que ver con cómo el modelo de sociedad actual ha pervertido la conocida expresión: “querer es poder”.

En realidad se ha convertido en una trampa. Tenemos la creencia de que soy por lo que hago, me ven por lo que aporto y, en consecuencia, tengo que hacer mucho. El objetivo al decirla puede parecer que sea que todo el mundo tiene una oportunidad para triunfar o hacer/conseguir lo que desea. Estamos en un mercado libre y conseguirlo depende de ti. Libertad y voluntad. Sin embargo, para muchas personas esas palabras tienen un impacto mayor ya que no todos tienen libertad y, en ocasiones, la voluntad no es suficiente.

En una sociedad donde impera la inmediatez y la auto exigencia “no poder” genera estrés, ansiedad, culpa y frustración. Su efecto es que nos sentimos que no somos suficiente porque: no hacemos 50 cosas a la vez, no respondemos a los WhastApp al momento, al correo inmediatamente, a una pregunta con una respuesta exacta, no hemos leído/visto lo último, no hemos llegado a la cifra “X”, etc.

Y porque haciéndolo pensamos que nos realizamos, que seremos mejores, a lo que me pregunto ¿mejores en qué?, mejores profesores, abogadxs, jefes, madres, personas… Difícilmente, porque si estamos sujetos a la ola de la inmediatez quiere decir que no nos damos el permiso para detenernos, no nos damos espacios de tiempo al vacío, a no tener nada previsto, a fluir, a descansar, a reflexionar, a evaluar, ver si esto es lo que quiero, a escucharnos, a escuchar al otro, a no hacer nada o simplemente hacer algo sin que sea “productivo”.

“Querer es poder” nos lleva a nivel individual a una autoexigencia autoimpuesta y ésta muy probablemente a la frustración. Como los demás lo han conseguido yo lo tengo que conseguir, tú lo has de conseguir, si no lo consigues es que no te lo has propuesto o no te has esforzado lo suficiente. El mensaje es pues que no soy suficientemente válidx y si no lo soy corro el riesgo de no integrarme al contexto de mi equipo u organización. Estas implicaciones van más allá de lo individual porque si creo que “querer es poder” lo aplicaré a mi vida, a mi entorno y a mi equipo.

➡ Desde el rol de liderazgo, decir esta frase tiene una implicación en cómo ves y cuidas del otro. En ocasiones olvidamos que no tenemos las mismas circunstancias ni contexto. No todo el que se lo propone puede estudiar, trabajar, o estudiar y trabajar en lo que quieren, tener una familia, una vida digna. Aunque se esfuerce y ponga todo de su parte. No todas las personas tienen las capacidades, habilidades, y/o oportunidades para conseguirlo. Es tu responsabilidad como líder el conocerlos, identificar cuáles son sus competencias y posibilidades de desarrollo y acompañarlos en el proceso. Decirles que “querer es poder” es no verlos en su inmensidad y singularidad.

➡  Y en relación al equipo ¿Cómo te relacionas con tú equipo?, ¿Qué esperas de cada una de las personas?, ¿Qué ocurre cuando hay un error? Respondes esperando (exigiendo) que las cosas se hagan ya! O “si no lo haces tú ya lo hago yo”. Lo urgente se ha vuelto inmediato y eso te hace perder perspectiva, no te permite reflexionar y aprender, solo reaccionar. Así transmites desconfianza, no valoras el trabajo del otro y siempre parece insuficiente.

El desarrollo es un proceso, crear relaciones internas o con nuestros clientes es un proceso, todo lo que aporta valor requiere de tiempo. Pero buscamos productividad, resultado, lo medimos y cuantificamos. ¿Cómo nos tratamos a nosotros mismos y a los otros si todo tiene que ver con el cuánto?

➡ ¿Cómo evalúas y reconoces? Cualitativo y cuantitativo no son dos polos opuestos, ha de haber un modo de relación que implique otras prioridades. Que valore la complementariedad de las personas que integran el equipo, que reconozca la agilidad con la capacidad de reflexionar y cuestionar.
Los sistemas de evaluación son relativos, todos medimos en función de intereses y poder. ¿Qué sistema aplicas a tu equipo? Quieres ser un manager cercano, generar confianza, valorar a tus colaboradores, cohesionar, inspirar…, pero la realidad es que siempre estás ocupado, haces tú las cosas, si el otro tarda en responder respondes tú, inicias tu acciones suponiendo que nadie más lo va a hacer. Te molestas si alguien no está siempre conectado, responder de inmediato al correo no es “suficiente”. Si es así no estás dando espacio al error, a no saber, a no tener la solución. Es necesario promover espacios para compartir, aprender y celebrar juntos.

Te animo a que te preguntes si eres un elemento estresor de tu equipo o si te has sentido reconocidx en alguna de las afirmaciones anteriores.

En cualquier caso tus respuestas a estas preguntas te proporcionaran información de en qué paradigma estás.

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