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Las 4 emociones básicas

Hace ahora ya más de 10 años terminé uno de los procesos más significativos de mi vida: la Formación en Terapia Gestalt.

Además de tener a dos excelentes tutores, Pepa y Paco, y un grupo de compañeros con los que seguimos manteniendo en muchos casos una fuerte amistad, tuve la suerte de contar con la presencia de Marcelo Antoni como terapeuta dinamizador de varios talleres.

De Marcelo aprendí muchas cosas, y siempre ha sido para mí un referente en la forma de abordar las emociones. Como no hay casualidades, recientemente nos plantearon un proyecto en una empresa para trabajar aspectos emocionales, y en ese momento acababa de encontrar un libro escrito por él con la colaboración de Jorge Zetner titulado “Las 4 emociones básicas” (Herder, 2014).

Lo compré inmediatamente y he empezado a trabajar con él.

De momento, he hecho una primera lectura, y lo que hoy quiero traer a este artículo son algunas reflexiones de los primeros capítulos que me perecieron tan claras y bien plasmadas por su sencillez que creo que pueden ser de gran utilidad para todos. Así que me permito una transcripción adaptada de algunos puntos relevantes.

Para ponernos en contexto, la Gestalt habla de 4 emociones básicas: Alegría, Miedo, Tristeza y Rabia-molestia. Otros modelos, como Alba Emoting, incorp
oran la Ternura y el Erotismo (que la Gestalt recoge en la Alegría). Otros hablan del Asco, como emoción básica. Y, por último, los propios Ma4emocionesrcelo y Jorge añaden un apéndice al libro en el que analizan la Culpa y la Vergüenza como posible emociones básicas. Con algunas variantes, otras escuelas hablan también de entre 4 y 6 emociones básicas.

 

Entonces, ¿qué entendemos por Emoción Básica?

Las cuatro emociones que consideramos básicas son vivencias internas comunes a personas de muy distintas épocas, lugares y culturas, emociones universales, pero también –y especialmente- porque desempeñan un papel protagónico en el desarrollo psíquico de todo individuo y de la especie humana en general.

Pero, ¿Qué es una emoción?

En principio, una emoción es información. Información “íntima”, podríamos decir, un aviso respecto a qué me está pasando en este momento; un toque de atención que sitúa a cada uno en el presente, pues –como acabamos de señalar- está referida a lo que vivimos y sentimos ahora, en este instante concreto.

La emoción es, en consecuencia, lo que nos indica el ahora del tantas veces mencionado “aquí y ahora” (el aquí es el cuerpo).

Es un aviso primario con importantísimas funciones en la conservación, la relación y la socialización del individuo. Una información que también recibimos internamente, desde nosotros mismos.

En el proceso del “Darse cuenta” podemos reconocer –o tomar conciencia- de que existe una determinada emoción dentro de nuestro registro corporal y cognitivo del momento. Esa emoción nos lleva a contactar con nosotros mismos (interioridad) y a gestionar la interacción con el otro (exterioridad).

Parafraseando a Marcelo, “la emoción, pues, nos permite reconocer que existen, de forma bien diferenciada, una interioridad (también se podría decir un mundo interno) y una exterioridad (un mundo externo). Esto resulta capital, ya que precisamente a través del contacto consigo mismo y con el otro, el ser humano –que no es del todo autosuficiente ni tampoco del todo dependiente- se va desarrollando en cuanto individuo.”

Cada una de estas emociones se presenta en tres niveles diferentes: corporal, emocional y cognitivo.

Nivel corporal

Este nivel lo reconocemos al preguntarnos: “¿Qué sensaciones físicas tengo en este momento?”

Puesto que la emoción se manifiesta siempre en alguna parte de nuestro cuerpo, da inevitablemente lugar a cierto tipo de respiración y a una determinada movilización energética.

Así, podemos encontrar sensaciones de tensión, de distensión… contracción, expansión…

Sentimos que tenemos una bola (o una piedra, o un agujero, o un fuego, etc.) en la boca del estómago…

Sentimos una presión en las sienes (a veces oprime desde fuera, en ocasiones parece surgir desde el interior y puja por salir)…

Sentimos un ahogo, o un hormigueo…

Todo lo antes mencionado ocurre en el cuerpo, es decir, en el plano de las sensaciones físicas. Estamos ante vivencias que puede tener cualquier persona, de cualquier edad, sin necesidad de racionalizar nada. Es el mundo de la sensación.

Nivel emocional

Este nivel lo reconocemos al preguntarnos: ¿Qué emoción me produce sentir estas sensaciones? ¿Cuáles son las dos emociones  (Las emociones se presentan siempre a pares) que estoy sintiendo al sentir lo que siento? ¿Cómo inciden sobre mi ánimo en este momento? ¿A qué me llevan esas dos emociones?”. Por ejemplo, si ante un hecho siento miedo y ternura… ¿qué es lo que me da miedo y qué es lo que me produce ternura?

Nivel cognitivo

Este nivel lo reconocemos al preguntarnos: “¿Qué me digo al sentir lo que siento? ¿Cómo traduzco –en palabras, en conceptos- lo que me está pasando?”

En este plano de lo cognitivo, podemos preguntarnos también: “¿A qué hecho biográfico me está remitiendo esto que siento ahora? ¿A qué momento  de mi vida me recuerda?, ¿cuándo he vivido yo antes esto mismo?”

Y, por último, cabe preguntarse: “¿Qué impulso me produce esto que siento? ¿Qué acción me provoca? ¿Qué acción me provoca evitar?” Porque esa “traducción” de la emoción habrá de llevarnos hacia un movimiento: de acción o no acción, de acción o retraimiento.

Cuando, por ejemplo, reconozco en mi cuerpo el miedo (ante éste habrá generalmente una vivencia de contracción), se produce sin duda una alarma: “peligro”. A esa alarma le podrán seguir dos movimientos: 1) permanezco quieto, me diluyo, desaparezco, me fugo, me voy; 2) lo opuesto, es decir, toca defenderse y me activo para eso.

Se puede mencionar un breve ejemplo acerca de estos tres niveles de la emoción:

  1. Tengo un picor o ardor en la rodilla (sensación corporal).
  1. Lo puedo vivir de manera agradable o desagradable (¿qué emoción me despierta eso?). Generalmente, hay dos emociones en juego: ante el picor en la rodilla, siento miedo y… curiosidad (esta sería una forma que adopta la alegría).
  1. Por último, me digo (nivel cognitivo): “Es conveniente que vaya al médico”. Ahí tengo un impulso. ¿Qué hago con ese impulso? ¿Lo sigo, me dejo llevar? ¿Lo ignoro?

Los tres niveles de emoción (corporal, emocional y cognitivo) se registran de continuo.

En todo momento, el se4emociones2r humano hace una traducción de sus sensaciones corporales, de su vivencia emocional, dando así lugar a un impulso.

Como conclusión, la vivencia consciente de esos tres niveles permite reconocer –y esto es importantísimo, por eso merece repetirse- que hay una interioridad y una exterioridad: que siento algo en mí, y que fruto de ello voy a emprender, o no, una acción en el mundo, con los demás.

Es decir, somos seres emocionales y sólo podemos explicarnos y entendernos desde la emoción que nos empuja a la acción.

Os recomiendo el libro….

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