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La economía. De la atención!

Seguro que te resulta familiar esta frase: “desde el inicio de la pandemia, mi nivel de concentración ya no es el mismo”. Se la habrás oído decir a amigos, familiares y clientes. Y es cierto: la covid-19 ha aumentado el agotamiento.

Pero el asunto no es nuevo: desde bastante antes de la pandemia pasamos los días bajo un “bombardeo” de infinitos mensajes y estímulos. Nos llegan a través de los medios de comunicación, las redes sociales, las aplicaciones, nuestro teléfono móvil… Hay tanto por leer, saber, comprender y compartir, que nos cuesta, finalmente, poner el foco en cualquier asunto más allá de cinco minutos seguidos.

Y las empresas –que viven de que les hagamos caso y que se pasan el día estudiando el mercado– saben que el remedio a la falta de concentración es: ¡más bombardeo de contenidos! Es normal que perdamos la atención.

En 2017, The Economist advertía de que “El recurso global más valioso ya no es el petróleo, sino los datos”. Y estoy bastante de acuerdo: los datos que las empresas capturan (de nosotros) y que emiten (hacia nosotros) juegan un papel cada vez más importante en la saturación comunicativa.

Pero me atrevo a decir que lo más difícil de encontrar hoy en día es la atención. Al fin y al cabo, ¿de qué sirve un dato si nadie se la presta?

Como dijeron Thomas Davenport y John C. Beck, la atención es una mercancía tan escasa como valiosa. De ahí que acuñaran el concepto de economía de la atención.

Atención no es intención

Pero a pesar de su elevado valor, la atención no lo es todo. Se establece y arraiga en nuestra consciencia, sí, pero para que esa idea se convierta en acción debe existir una dirección o propósito. Y ese es justamente el papel de la intención.

Atención e intención son cualidades de las personas y las organizaciones. Pero cuando unas u otras prestan demasiada atención a lo externo pierden foco, dan bandazos, se alejan de su propósito y ganan en estrés.

La atención, por sí sola, no nos lleva a dónde queremos ir. La intención, junto a la atención, sí.

Atención + intención = acción

Y vosotros, ¿dónde estáis?
En tu empresa, ¿dónde está puesta la atención?: ¿En lo mal que está todo?; ¿En lo que durarán los estragos de la covid-19?; ¿En si vamos a trabajar presencial o virtualmente?; ¿En que los clientes se han vuelto exigentes?; ¿En que los números no salen?

O bien,

En lo que queremos conseguir; En lo que necesita el cliente; En escuchar sinceramente al mercado; En ver qué podemos aportar de forma diferente; En preocuparse por cómo están las personas…

Análogamente: Y tú, ¿dónde pones tu atención?: ¿En el jefe que no es preciso en sus indicaciones?; ¿En el compañero que siempre se está quejando?; ¿En que las cosas no se hacen como «deberían hacerse»?; ¿En lo mal que está todo?

Te lo pregunto porque la solución está en la respuesta. Así de simple y de complicado a la vez.

Multiplicas los efectos de aquello en lo que pones la atención y, si resulta que la pones solo en lo externo te aleja de tu centro (propósito).

Aquello en lo que pongas tu atención, pongas foco, marcará tu camino.

Cómo poner atención
Para poner una mejor atención, sin alejarte de la intención el propósito, hay algunos cambios eficaces que puedes incorporar inmediatamente en tu agenda. Y sirven también para organizaciones. Por ejemplo:

• Parar y tomar aire, para reflexionar. La acción sin reflexión nos hace reactivos y poco estratégicos
• Escuchar al otro y al entorno
• Observar: prestar atención a lo que ocurre “aquí y ahora” (y no preocuparse tanto del “más adelante”)
• Ser consciente: de tus actos y sus consecuencias, y
• Poner foco. Hay que poner intención en tu propósito, y proyectar lo que quieres conseguir

Te invito a pararte un momento y preguntarte: ¿dónde está poniendo la atención mi empresa?, ¿dónde la estoy poniendo yo?

Seguramente encontrarás la respuesta a algunas de las cosas que te están pasando.

Te dejo un vídeo de Simon Sinek donde pone un ejemplo muy claro!

 

https://youtu.be/YB_ZXXdSywI

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