Cuando terminamos un programa de desarrollo siempre pedimos a los participantes que fijen un objetivo concreto. De esta manera aseguramos la transferencia al puesto de trabajo.
Para llevar a cabo ese objetivo no vale solo con la buena intención, debe estar bien definido si queremos tener alguna posibilidad de éxito. Muchos ya conocemos que la definición de un objetivo debe ser Simple, Medible, Alcanzable, Realista y Temporalizado (SMART).
Simple: claro, sencillo y sin ambigüedad, que conste de pocas acciones y concretas. Medible: que se pueda cuantificar para poder valorar su cumplimiento. Alcanzable: ambicioso pero no imposible. Realista: adaptado a tus capacidades. Temporalizado: acotado y sujeto a plazos según su dificultad. Una tarea que no tiene un plazo para concluirse no se realizará en la mayoría de los casos.
Pero aun teniéndolo bien definido no es suficiente, para conseguirlo es necesario que nos pongamos en acción. No existe resultado sin acción. Todo lo que tienes es fruto de tus elecciones y de tus acciones (o la ausencia de ellas).
Estas nuevas acciones para llegar a conseguir un objetivo suelen requerir de un cambio de hábitos. Y aquí es donde nos podemos encontrar con resistencias porque cuesta modificar algo que “siempre he hecho así”. Un cambio siempre provoca resistencias tanto internas como externas.
Y el foco de este post es cómo aprender a cambiar hábitos para lograr los objetivos.
Científicamente los hábitos aparecen porque nuestro cerebro busca formas de ahorrar esfuerzos. Cuando haces algo rutinario, el cerebro no toma decisiones, se relaja y descansa.
Cuantas más veces repites una acción, mucho más probable es que se consolide el hábito. Los expertos dicen que es necesario repetir la acción hasta 21 días seguidos para consolidar un hábito sencillo y hasta 24 semanas para hábitos más complejos como son los cambios de actitudes.
Los hábitos nunca desaparecen, lo cual es positivo porque siempre te acordarás de nadar o montar en bicicleta aunque haga tiempo que no lo haces, y no tan positivo porque siempre te acordarás del placer que te daba fumar aunque lo hayas dejado hace años. El problema es que el cerebro asimila hábitos pero no distingue cuáles son beneficiosos y cuáles no.
La buena noticia es que, por muy arraigado que esté un hábito, éste se puede cambiar y sustituirlo por otro. Saber cómo funcionan los hábitos nos ayudará a actuar sobre ellos con más posibilidades de éxito.
Según Charles Duhigg (*) cualquier hábito consta de tres elementos que se reproducen inconscientemente una y otra vez:
1. La señal o detonante: obedece a un impulso inconsciente
2. La rutina: se refiere a la conducta/respuesta que desarrollamos frente a la señal (puede ser física, mental o emocional)
3. La recompensa: es lo que obtenemos de ese comportamiento rutinario y que ayuda a tu cerebro a recordar ese comportamiento para el futuro
Todo hábito es un bucle neurológico que se compone de las tres partes: señal, rutina, recompensa. Y lo primero es identificar cada una de las partes para ver cuál quiero cambiar.
Veamos varios ejemplos:
Uno ejemplo relacionado con el cambio de la señal: el hábito de consultar continuamente el correo electrónico: la alerta de un nuevo mensaje en el ordenador o smartphone (señal), dejar lo que estamos haciendo para abrirlo al momento (rutina), e interrupción momentánea de lo que estamos haciendo, el darnos un descanso (recompensa). Si silenciamos la alerta (señal) no tendremos la necesidad de ir abriendo el correo constantemente y podemos decidir cuándo revisarlo.
Un ejemplo relacionado con la rutina: el hábito de comer chocolate. Cuando estoy nerviosa y siento estrés (señal), como chocolate (rutina), y me relajo (recompensa). Pero si el chocolate es lo que quiero suprimir puedo cambiar la rutina por salir a correr y conseguiré la misma recompensa que es relajarme.
Este bucle (señal, rutina, recompensa; señal, rutina, recompensa; señal, rutina, recompensa…) se va volviendo más y más automático hasta que surge un fuerte sentimiento de expectación y deseo.
Por lo tanto, para conseguir tus objetivos, es la práctica deliberada de un nuevo hábito la que te permite mejorar tu rendimiento. Repetir, repetir y repetir. Hacer más veces lo que haces te permite ser mejor en lo que haces. La razón por la que un jugador de baloncesto tiene un alto porcentaje de aciertos es que cada día realiza cientos de tiros libres.
“Somos lo que hacemos repetidamente.
La excelencia, por lo tanto, no es un acto, sino un hábito.” ~ Aristóteles
Así que cuando nos proponemos un objetivo debemos revisar qué debo cambiar o incorporar y hacerlo!
Cuando experimentamos y hacemos algo lo recordamos durante más tiempo. Es una de las razones por lo que incorporamos en nuestros programas de desarrollo dinámicas lúdicas y vivenciales que permiten abordar de manera integral pensamiento, emoción y acción. Eso garantiza anclar durante más tiempo el aprendizaje. Por lo tanto, con acciones y con repetición puedes conseguir tus objetivos.
El último aspecto a tener en cuenta es que surja de tu interior, así estará conectado con tu voluntad. Es importante revisar que esa meta sea significativa para ti ahora, porque ello favorecería poner toda la energía en ella. Se trata de evitar que sea una meta porque has hecho un curso y toca, o porque es año nuevo, o porque has leído algo interesante. Debes establecer metas cuando quieres conseguir cosas y según los estudios analizados por Duhigg, debes creer que va a funcionar para convertirlo en permanente.
Como dice Jodorowsky cuando dudes entre hacer y no hacer escoge “hacer”. Si te equivocas tendrás al menos la experiencia.
(*) Duhigg, Charles. El poder de los hábitos. Ed. Urano. 2012