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Cuándo guardar silencio

Hay ocasiones en las que es difícil decidir entre decir algo o guardar silencio.

A quien no le ha ocurrido, después de hacer algo, el pensar: «no debería haber dicho esto». Y también, al contrario: «tendría que haber dicho tal cosa». La cuestión de cuando hablar y cuando callar puede resultar complicado y difícil en muchas ocasiones.

Saber hablar a tiempo, en el momento oportuno, puede ser de gran ayuda y puede hacer mucho bien a la persona que lo recibe o al tema que tratamos. De igual manera conviene saber callar cuando la otra persona no está preparada para recibir un consejo, o cuando no tenemos una opinión formada.

Uno de los efectos de la era de la inmediatez es que muchas personas dan una opinión sin tener información suficiente para haberla elaborado (es decir sin saber bien de qué hablan). No es una opinión resultado de una elaboración de los datos que tenemos. Y también he observado que la mayoría de veces a los oyentes o no les importa, o no son conscientes de la poca consistencia del comentario del otro.

Me refiero a los casos en los que lo que se busca es una respuesta rápida. Más que el contenido del mensaje lo que se valora es la rapidez en emitirlo. Creyendo, erróneamente, que si no se da esa respuesta rápida es que no se tiene opinión o conocimiento del tema.

El resultado son muchas conversaciones banales y decisiones erróneas.

Lo que me lleva a pensar en la dificultad que, a veces, para algunas personas supone estar y sostener el silencio.

Este vocablo etimológicamente procede del latín, ‘silentium’, con el mismo significado. Es el nombre que damos a algo que “no aparece”, a la no aparición o desaparición.

La expresión “guardar silencio”, significa no dar respuesta alguna ante algún cuestionamiento que requiera que se responda.

Acostumbrados al ruido observamos la incapacidad de sostener el silencio. Muchas personas tienen la necesidad de “llenar” el vacío que deja el silencio con música, un televisor de fondo o cualquier tipo de ruido o conversación insulsa que le ayude a sentir compañía ya que, en muchas ocasiones, el silencio es sinónimo de soledad y, por tanto, llega a desconcertar o, incluso, asusta.

Parece que hemos olvidado que disfrutar de momentos de silencio en nuestro día a día puede ser altamente recomendable ya que el silencio posee un tipo de energía inigualable, poderosa y calmante. Nada consigue calmar más al cuerpo y a la mente que un minuto de silencio. De hecho, la ciencia ha demostrado que ni el sonido más relajante del mundo puede mejorar los beneficios que nos ofrece el silencio.

El silencio, además de la ausencia de ruido, es ese momento mágico en el que el cerebro se relaja y puede resetearse.

¡Qué poco valorado tenemos el silencio!, cuando en realidad es una herramienta maravillosa de desconexión y, también, paradójicamente, de comunicación. El silencio es poderoso, es adecuado cuando sabemos utilizarlo, es un proceso desde dentro hacia afuera y lo mostramos combinando la palabra con el silencio. Es necesario para cuidarnos, conocernos, reflexionar y para el pensamiento creativo.

Ya un sabio medieval aconsejaba a un discípulo, en cuanto a la adquisición del conocimiento y de la sabiduría: “Te aconsejo que seas tardo en hablar y largo en callar, que no tengas prisa por ir a los lugares de cotorreo y de conversaciones vanas e inútiles”.

Es decir, no seas ansioso en escuchar novedades, ya que dispersa la atención y debilita el ánimo. La excesiva abundancia de información, cuando no hay tiempo de digerirla, produce confusión, hartura e indigestión. Cuando se llena la mente con mucha información, absorbe la energía de la mente, ocupa memoria y quita tiempo y fuerza para el ejercicio de la reflexión. Porque el conocimiento no consiste en saber muchas cosas (ahora ya tenemos al ChatGPT para eso) sino en conocerlas bien, en poder juzgarlas, valorarlas debidamente, con claridad y con la mayor certeza posible. Y todo esto requiere tiempo de reflexión, de contrastación y de juicio. La abundancia de temas impide detenerse en cada uno para darles vueltas, para asimilarlos satisfactoriamente. Así también, la superabundancia de información con frecuencia nos impide ver lo esencial, el conjunto sistémico o el problema principal.

No se trata de excluir el diálogo y la discusión provechosa, sino de dejar de lado la conversación estéril y buscar el silencio interior, en el que maduran las ideas y los grandes proyectos. Porque tanto las palabras como los silencios están relacionados con nuestros pensamientos, pero más profundamente con nuestra emoción.

Cuando se tiene un rol de responsabilidad es importante tener presente que son necesarios los espacios de silencio, tanto individualmente como con el equipo; se trata de generar espacios para parar, explorar, escuchar y reflexionar. Generar silencio creativo, que no es la carencia absoluta de palabra, sino oído y escucha individual de mente y corazón para compartirla con el equipo.

El manager debe buscar el equilibrio maravilloso y no siempre fácil entre hablar y callar. Y tener presente que, en la mayoría de las situaciones, guardar silencio, es la mejor respuesta y la que más ayuda.

Comparto algunos criterios de actuación para poner en práctica el silencio que habla.

  • Podría ser una norma prudente callar, por lo general, cuando los demás quieren hablar y hablar cuando los otros desean escuchar.
  • Cuando no sepas qué hacer ni qué decir, no hagas nada y guarda silencio. En el silencio encontrarás la respuesta.
  • Cuando todos hablan al mismo tiempo sin escucharse, guarda silencio.
  • Cuando alguien no te deja terminar lo que estás tratando de decir, guarda silencio
  • Cuando alguien te está diciendo cómo se siente, guarda silencio
  • Cuando buscas dentro de ti alguna respuesta, guarda silencio

Y, cuando estés viviendo un momento hermoso, ¡guarda silencio!

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