“El comportamiento de un ser vivo está determinado por su estructura”
Esta afirmación del biólogo Humberto Maturana[i] me asalta continuamente las últimas semanas. Será porque es chileno, y hablo por experiencia, que la formula de manera tremendamente abstracta, pero la realidad que me voy encontrando me hace comprenderla a bocajarro.
Mi traducción pedestre: Los comportamientos con los que respondemos a los impactos que recibimos cotidianamente (una llamada telefónica, la pérdida súbita de empleo, la primera reunión de un nuevo proyecto, la mirada de un desconocido) no dependen del impacto en sí mismo sino de cómo hemos ido estructurando nuestra manera de ser (nuestro cuerpo, emociones, estilo de relaciones, recursos, creencias, valores).
Leo sobre neurociencia y descubro que cuando realizamos una tarea concreta generamos un incremento de la actividad del cerebro de menos del 5%. Y resulta, además, que una parte importante (entre un 60% y un 80%) de toda la actividad del cerebro se despliega sin relación alguna con acontecimientos externos. Es lo que llaman la red neuronal por defecto. Si a lo anterior añadimos que de la cantidad apabullante de información del mundo que nos rodea (10.000 millones de bits por segundo) sólo 10.000 bits por segundo consiguen llegar a la corteza visual, podemos decir que estamos casi ciegos. Elaboramos una percepción consciente en base a casi nada y sólo podemos hacer una constante predicción del entorno inmediato en base a la energía de esa red neuronal subyacente.
Y me siento fisiológicamente ciego.
Encuentro datos macroeconómicos que tenía registrados que me vomitan con violencia las incoherencias del mundo en que vivimos. Hoy en día es posible alimentar, a base de 2.200 calorías al día a 12.000 millones de personas con la producción agrícola mundial (según J. Ziegler, asesor de la ONU). Si sólo somos 7.000 millones en el mundo, la muerte por hambruna es sólo una cuestión de especulación.
Y me siento estructuralmente impotente.
Escucho un programa de radio matinal en el que un testimonio explica que ha tenido que cerrar su empresa en la que empleaba a cinco personas. Ahora no tiene trabajo, vive en casa de sus padres y el dinero para “ir tirando” lo recibe de su hermana que ha emigrado a trabajar en el extranjero. Puede comer y vestir bien. Puede subsistir. Nos cruzaríamos con él por la calle y no nos daríamos cuenta de que, como él mismo se autodenomina, es un “pobre invisible”.
Y me siento estructuralmente paralizado.
Presento un caso de gestión del cambio con mi equipo. Mostramos cómo un equipo de trabajo ha creado condiciones óptimas para fortalecer una organización: Dirección general con inteligencia sistémica (orientación a resultados en equilibrio con orientación a las relaciones); equipo de dirección colaborador y plantilla proactiva que asume un empoderamiento eficaz. Discutimos sobre estas condiciones y se opina que son “excepcionales y atípicas” y que el ”truco” del caso es que existen esas condiciones. Lo que se “obvia” es que el trabajo, precisamente, ha sido crear esas condiciones de posibilidad y demostrar que organizaciones generadoras de valor total son posibles. Condiciones que son tremendamente difíciles de construir, si no salimos de nuestras creencias limitantes que nos impulsan a creer que todo está perdido.
Y siento que observamos la realidad estructuralmente aferrados al equilibrio de nuestra zona de confort, apoltronados en nuestro cómodo sofá.
Ahora bien, pensemos.
Si el primer paso es ver la realidad, el segundo es mirar lo que vemos para después, en el mejor de los casos, comprender lo que vemos. Sólo entonces podremos decidir qué hacemos con lo que hemos visto.
Vivimos pensando a unos cuantos saltos de lo que vemos y, en consecuencia, hacemos lo que podemos.
Y pensamos y hacemos a través de creencias que simplifican, distorsionan, enceguecen y paralizan.
¿Qué explicación nos daría un psiquiatra[ii] a esto? Nos diría que presentamos patología delirante y que vivimos auto engañados. Defendemos creencias a muchos saltos de la realidad con absoluta convicción sabiendo, muchas veces, que son falsas y que no somos capaces de escuchar ningún contraargumento o experiencia que demuestran su falsedad.
¿Y qué nos diría un experto en comportamiento organizacional[iii]? Nos diría que estamos tan preocupados por protegernos creyendo que controlamos nuestro entorno, intentando continuamente ganar y no perder, reprimiendo sentimientos y pasándolo todo por la razón, que no nos damos cuenta de las trampas de nuestros modelos mentales.
¿Y qué nos diría un pensador sistémico[iv]? Nos diría que es posible definir hasta cinco teorías para explicar nuestra ceguera:
Teoría 1: Somos estúpidos y no nos damos cuenta de lo que pasa. Sin más.
Teoría 2: Podemos ver algo distinto sólo cuando una crisis abre nuestros ojos. Es decir, “la letra con sangre entra”.
Teoría 3: Podemos ver únicamente aquello que ya hemos experimentado. Por tanto sólo vemos lo que ya hemos vivido, o lo que se le parezca, pero nada más.
Teoría 4: No podemos ver lo que emocionalmente nos cuesta sostener. Así nos escabullimos de lo que es difícil asumir ya sea porque nos asalta la culpa, el repudio o simplemente la cobardía.
Teoría 5: Podemos ver sólo aquello que es relevante para la visión del futuro que nos hemos construido previamente. Dicho de otra forma tenemos todos los números en el sorteo de la rana hervida.
Pero estar determinados por nuestra estructura no significa ser esclavos de nosotros mismos.
Progresar y evolucionar es posible. De hecho no hacerlo es condenarnos a la muerte. Y esto nos responsabiliza. Ya sea de nuestra acción……o de nuestra negación o parálisis.
Tomar la responsabilidad es arriesgarnos a hacer lo que sabemos que hay que hacer pero aún no hemos hecho. Es permitirnos ganar nuestro centro y reconquistar nuestro sentido. Reconocernos la posibilidad de alzar la voz y decir basta.
Tomar la responsabilidad es despertarnos.
Ni ciegos ni en el sofá. Abramos los ojos y levantémonos.
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[i] Maturana, Humberto: La realidad: ¿objetiva o construida?. Ed, Anthropos. 1995
[ii] Jasper, Karl: Psicopatología General. Ed.Fondo de Cultura económica. 2003
[iii] Argyris, Chris: Sobre el Aprendizaje Organizacional. Ed Oxford Unversity. 2001
[iv] De Geus, Arie: La empresa Viviente. Ed. Granica. 1998