Tenemos poder personal cuando incorporamos la capacidad de adaptarnos, conectados a nuestras fortalezas, sin perder lo que nos da sentido, y así dar respuesta a lo que nos exige el entorno en el que vivimos. Y lo hacemos para seguir existiendo en él.
No es un poder basado en la sumisión de otros sino, todo lo contrario, fundamentado en la amplitud de nuestro propio “poder hacer”.
El poder personal no se puede desarrollar ni mantener si la persona no logra ver a los otros y sentirse visto por los demás, ser reconocido y reconocer, ser aceptado y aceptar, ser valorado y valorar, ser querido y querer a otros, sentirse cuidado y cuidar.
Podemos hablar de relaciones poderosas cuando nuestro estilo de relación nos permite ampliar nuestro abanico de oportunidades a partir de la construcción de vínculos saludables con las personas que forman nuestras redes de convivencia, ya sean personales o profesionales.
Las personas capaces de realizar un proceso de consciencia y autoconocimiento pueden llegar a tener vidas poderosas capaces de construir relaciones poderosas. Y estas relaciones son la base sobre la que se sustentan los equipos poderosos.
Y los equipos poderosos, capaces de adaptarse a las exigencias de la incertidumbre del entorno para construir acciones eficaces, son equipos que generan valor total sustentable y, en consecuencia, conforman organizaciones poderosas.
El corazón de la dinámica relacional es el flujo continuo de dar y recibir que permite vivir plenamente la vida. De esta forma podemos articular relaciones poderosas y hacernos cargo de la vida propia y de la vida con los otros de forma responsable.
Perseveremos en ello.
Y hagámoslo sabiendo que sólo se persevera de verdad en algo cuando ese algo tiene sentido para nuestra alma.
No es por lógica, es por emoción.
(1) De “Verdades en Juego: Un mapa para construir relaciones poderosas”