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Postrad@ en un balancín…

En mis intervenciones, en ocasiones,  me encuentro con personas o  grupos enfadados con el entorno que les rodea, con la organización para la que trabajan, con los “jefes” que les dirigen, incluso con el mundo en el que viven….

Estas personas, lo que quieren  mostrar es su rabia, su disconformidad, su malestar con lo que están viviendo. Se quejan sobre algún comportamiento concreto. Sobre alguna situación concreta. Porque hay algo que no se ajusta a sus expectativas. En definitiva, una disconformidad con algo o alguien. Por ejemplo: “Esto no puede seguir así. Hagamos algo para cambiarlo”. Y lo más importante. Lo hacen.

También puede adoptar la forma de pedido encubierto, de reclamo de atención. Se centra en lo que no se quiere. Por ejemplo cuando alguien dice: “Las nuevas líneas estratégicas no responden a la realidad” o “Me siento excluida del grupo”… En ambos casos, las personas que dijeron estas frases, quería ser vistas. Una necesita que le reconozcan su experiencia  y la otra necesita sentirse parte de algo del equipo del que forma parte. No podemos olvidar que somos seres sociales por naturaleza

Si tomamos esa situación como algo puntual, la queja no es especialmente negativa. Nos pone alerta sobre algo o alguien, nos hace analizarlo y tomar decisiones de qué queremos hacer con esa situación que nos incomoda.  Mirándola  desde este punto de vista tiene una función positiva. Ponernos en la acción.

El problema viene cuando están instalados en la queja. Cuando se convierte en un hábito que nos acompaña en todo aquello que hacemos, pensamos y decimos. En este caso deja de sernos útil. Nos limita. Culpamos a los demás y a las circunstancias de lo que nos pasa. Es una manera de no asumir la propia responsabilidad, de sentirse víctima. Estas personas están postradas en un balancín regocijándose en su situación y justificando lo que les ocurre. Les basta con quejarse y esperar a que las cosas se solucionen por si solas.

No podemos escoger las circunstancias que vivimos pero sí podemos elegir la actitud con la que las vivimos decía Epicteto. Es una manera de recordarnos que tenemos muchas posibilidades de dibujar nuestro camino, de construir el  relato de nuestro futuro. Y así, usar ese balancín para otear el horizonte, bajarnos de él y empezar a caminar.

“Si tu mal tiene remedio, ¿por qué te quejas?
Si no lo tiene ¿por qué te quejas?”

-Proverbio oriental-

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