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Lazarillos de un pensamiento ciego

Conocí a Edgar Morin cuando un navegante de la complejidad me lo mostró como uno de los más expertos y certeros “capitanes de navío” de ese mar de múltiples actores que se mueve y remueve por la fuerza de exponenciales variables. Morin, me dijo, cuando le dedicas un tiempo, es uno de los pocos capaces de trazar mapas comprensibles en ese caórdico escenario.

Desde entonces he de confesar que lo he seguido más de lejos que de cerca. Y de ello me arrepiento. Y más cuando mi colega Marcelo Lasagna me hizo llegar uno de sus lúcidos artículos recientemente publicado en el diario “El País” cuando el viejo sociólogo y pensador francés ya cuenta con más de 100 años de vida. Sin duda debo hacerme el propósito de releerlo más.

Pero en lo inmediato, el título del artículo me impacta y no me deja indiferente: “La tecnología progresa, el pensamiento retrocede” haciendo referencia a que el mundo parece incapaz de avanzar en otro dominio que no sea el científico-técnico, conduciéndonos a guerras mortíferas y a una crisis ecológica.

Leo y disfruto el artículo y su simplicidad me seduce (en contra de los que creen que lo complejo sólo se entiende y aborda con complejidades). Y por ello me permito traer sus ideas principales a este post ya que creo que todo manager debe “bajar del caballo” de vez en cuando. Debe parar y reflexionar sobre el mundo en que vive y sobre el que sus decisiones, conectadas por los invisibles hilos de la complejidad, impactan en mayor o menor grado. Porque la huella de nuestras decisiones siempre deja rastro o al menos marcan con su intención el tipo de organizaciones, y de mundo, en el que queremos vivir y convivir.

Casi como un cuento el artículo tiene tres partes: planteamiento, nudo y desenlace. Y el texto que sigue se construye a partir de extractos literales del artículo de Morin.

Planteamiento: El pensamiento se ha vuelto ciego

Hay dos guerras activas. La de Ucrania y la que se ha abierto en Oriente Próximo tras la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023

Estas guerras agravan la acumulación de crisis que afectan a las naciones, alimentadas por el virulento antagonismo entre tres imperios: Estados Unidos, Rusia y China. Las crisis se refuerzan mutuamente en una especie de policrisis ecológica, económica, política, social y civilizatoria que va en aumento.

  • La degradación ecológica afecta a las sociedades humanas a través de la contaminación urbana y rural, empeorada por la agricultura industrial.
  • La hegemonía del beneficio incontrolado (una de las principales causas de la crisis ecológica) está incrementando las desigualdades en todos los países y en todo el planeta.
  • Las cualidades de nuestra civilización se han deteriorado y sus defectos han aumentado, sobre todo por el desarrollo del egoísmo y la desaparición de la solidaridad tradicional.
  • La democracia está en crisis en todos los continentes: está siendo sustituida progresivamente por regímenes autoritarios que, dotados de medios para controlar digitalmente a las poblaciones y a los individuos, tienden a crear sociedades de sumisión que podrían calificarse de neototalitarias. 

Y esta situación paradójica se enmarca en una paradoja global propia de la humanidad. El progreso científico y tecnológico, que se desarrolla de manera prodigiosa en todos los campos, es la causa de los peores retrocesos de nuestro siglo. Este progreso fue el que permitió la organización científica del campo de exterminio de Auschwitz; el que permitió el diseño y la fabricación de armas más destructivas, hasta la primera bomba atómica; es el que hace que las guerras sean cada vez más mortíferas; es el que, impulsado por el ansia de beneficios, ha creado la crisis ecológica del planeta.

Cabe señalar —aunque es difícil de concebir— que el progreso del conocimiento, al multiplicarse y compartimentarse mediante barreras entre las distintas disciplinas, ha provocado un retroceso del pensamiento, que se ha vuelto ciego. Ligado al dominio del cálculo en un mundo cada vez más tecnocrático, el progreso del conocimiento es incapaz de concebir la complejidad de lo real, y especialmente de las realidades humanas. Esto conduce a un retorno al dogmatismo y al fanatismo, así como a una crisis de la moral por el auge del odio y la idolatría.

Nudo: La ausencia de esperanza

La policrisis que vivimos en todo el planeta nos ha llevado, a modo de nudo, a un conflicto antropológico. A una crisis de la humanidad incapaz de convertirse en Humanidad.

No sabemos si la situación mundial es solamente desesperante o verdaderamente desesperada. Esto significa que, con o sin esperanza, con o sin desesperación, debemos pasar a la Resistencia.

Los avances científicos y tecnológicos son la causa de los peores retrocesos de nuestro siglo. Estamos dominados por potencias políticas y económicas formidables, y amenazados por la instauración de una sociedad de sumisión. Estamos condenados a sufrir la lucha entre dos gigantes imperialistas y la posible irrupción bélica de un tercero. Estamos siendo arrastrados a una carrera hacia el desastre.

Y un posible desenlace que aporta una solución: Fraternidad, vida y amor

La resistencia primera y fundamental es la del espíritu. Significa resistir a la intimidación de toda mentira blandida como verdad y al contagio de toda embriaguez colectiva.

  • Significa no ceder jamás al delirio de la responsabilidad colectiva de un pueblo o de una etnia.
  • Exige resistir al odio y al desprecio. Impone una preocupación por comprender la complejidad de los problemas y los fenómenos en lugar de ceder a una visión parcial o unilateral.
  • Requiere investigación, verificación de la información y aceptación de las incertidumbres
  • Implica también la protección o la creación de comunidades dotadas de relativa autonomía (agroecológica) y redes de economía social y solidaria.
  • Entraña también la coordinación de asociaciones dedicadas a la solidaridad y al rechazo del odio.
  • Exige preparar a las jóvenes generaciones para pensar y actuar en favor de las fuerzas de unión, fraternidad, vida y amor que podemos concebir como Eros, frente a las fuerzas de dislocación, desintegración, conflicto y muerte que podemos concebir como Pólemo y Tánatos.

La unión, dentro de nuestro ser, de los poderes de Eros y los del espíritu despierto y responsable es lo que impulsará nuestra resistencia frente a la esclavitud, la ignominia y la mentira. Los túneles no son interminables, lo probable no es lo seguro, lo inesperado siempre es posible.

Y tras este desenlace me permito añadir una conclusión final a las palabras de Morin.

No hay un mundo mejor sin decisiones incómodas.

Cuando corremos apresurados en busca de la siguiente iluminación divina que nos salve, a poder ser de un gurú de tribuna e ideas mesiánicas, y le damos al like, optando por lo más cómodo, nos fusionamos con la locura colectiva de pertenecer a algo, sin hacer el esfuerzo de mirar la verdad, única y distinta, de nuestra realidad, es momento de parar. Es momento de recordar que hemos sido capaces y somos capaces de pensar y hacer por nosotros mismos. Que el aprendizaje está en los límites y sabemos que ir a los límites es pesado e incómodo. Pero si miramos en nuestra historia nos daremos cuenta de que hemos sabido pasear por esos límites y, muchas veces, superarlos, como lazarillos de nuestros pensamientos ciegos.

Nos daremos cuenta de que es incómodo practicar la fraternidad, la vida y el amor.

Que nos cuesta no ceder al delirio de la responsabilidad compartida y acabamos diluyéndonos en el clásico “la culpa es del otro”.

Que nos negamos a comprender la complejidad de los problemas organizativos a los que nos enfrentamos, porque son problemas de sistemas relacionales (de personas) y los resolvemos con reacciones impositivas que consiguen respuestas de acatamiento lejos del cuidado y el compromiso.

Que nos oponemos a construir condiciones para convertir las organizaciones en comunidades conectadas a un propósito y terminamos gestionando silos distantes y con relaciones defensivas.

Que no sabemos construir confianza y cooperación entre directivos y equipos y estos acaban por preferir la defensa del terruño particular en lugar de luchar por lo común.

Que nos es difícil defender la decisión que implica penalizar la cuenta de resultados a corto plazo para sanar el largo plazo.

Que no nos es fácil exponer nuestro desacuerdo ante el autoritarismo de culturas organizativas que se esconde sutilmente bajo mantos de eficacia y direcciones de felicidad en el trabajo.

Que es mucho más difícil despedir mirando a los ojos que hacerlo por whatsapp.

Que es muy duro rendirse a lo complejo abandonando respuestas automáticas de chek list de libro de managent.

Y que es exigente practicar la humildad cuando el ego te desborda o la consistencia cuando el autobombo te ciega.

No podremos acceder a mejores organizaciones y así contribuir a un mundo mejor sin tener el coraje de desmontar el personaje que huye sin cesar de la incomodidad y quiere respuestas rápidas y fáciles. Sólo lo haremos cuando seamos valientes, haciéndonos responsables y protagonistas de nuestras decisiones. Y, sobre todo, haciéndonos cargo de sus consecuencias.

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