Blog

La necesidad de decir NO: un acto de valor propio

Decir NO no es una negación. Es una afirmación. Es el gesto más claro de respeto hacia uno mismo. En un mundo que nos empuja constantemente a estar disponibles, a complacer, a adaptarnos, el NO se convierte en una declaración de identidad. Cada vez que decimos SÍ a las necesidades de otros sin revisar las nuestras, nos estamos diciendo NO a nosotros mismos.

¿Por qué nos resulta más fácil decirnos NO a nosotros que a los demás? Porque hemos aprendido que el reconocimiento viene de afuera. Que ser “buenos”, “útiles”, “generosos” nos hace valiosos. Porque nos da miedo incomodar, decepcionar, romper la armonía. Porque nos han enseñado que cuidar al otro es más noble que cuidarse a uno mismo. Y así, poco a poco, vamos cediendo espacio, tiempo, energía. Nos vamos diluyendo.

Las consecuencias son sutiles al principio: cansancio, irritación, falta de claridad. Pero con el tiempo se vuelven más profundas. Perdemos el contacto con lo que realmente queremos, con lo que necesitamos. Nos volvemos expertos en leer al otro, pero analfabetos emocionales de nosotros mismos. Y lo más doloroso: empezamos a sentir que no tenemos derecho a pedir, a elegir, a ocupar lugar.

Aprender a poner límites

Poner límites no es una cuestión de dureza, sino de cuidado. El primer límite no se pone hacia afuera, sino hacia adentro. Es el momento en que reconocemos que nuestra energía, nuestro tiempo y nuestra atención son recursos finitos, y que protegerlos no es egoísmo, sino responsabilidad.

El límite es un cauce, no un muro. Nos ayuda a sostener relaciones más sanas, más honestas, más sostenibles. Decir NO no rompe el vínculo, lo redefine. Nos permite estar presentes sin perdernos. Nos permite cuidar sin desbordarnos.

Como bien señala Claudio Drapkin en su post sobre 30 aprendizajes y 3 preguntas sobre el poder y los límites, el límite no es una frontera rígida, sino una promesa que nos hacemos a nosotros mismos. Una forma de ejercer el poder personal con dignidad, sin apropiarnos del espacio del otro, pero sin ceder el nuestro.

Decir NO es incómodo. Nos enfrenta al miedo de decepcionar, de perder, de parecer menos generosos. Pero también nos abre la puerta a una vida más coherente, más libre, más nuestra. Porque el NO bien dicho no es rechazo, es elección. Es belleza. Es coraje. Es el primer acto de amor propio.

¿Qué parte de ti estás dejando de lado cada vez que dices SÍ cuando en realidad querías decir NO?

Relacionados

CADA 2 SEMANAS
PUBLICAMOS UN ARTÍCULO.
NO TE LO PIERDAS.
SUSCRÍBETE AHORA.