Hace unas semanas me preguntaron si quería participar en el proyecto “Pla de barris”. El programa en el que intervengo se llama, en concreto, “Nous lideratges als barris” y está promovido por l’Institut de Govern i Polítiques Públiques (IGOP), la Fundació Jaume Bofill y l’Ajuntament de Barcelona.
El proyecto tiene como objetivo formar e impulsar a jóvenes de diferentes barrios periféricos de la ciudad que han sido elegidos, por la propia población del propio barrio, como líderes carismáticos. Formarles, en concreto, en el desarrollo comunitario y en el conocimiento/ comprensión del entorno sociopolítico con la finalidad de que puedan contribuir en la construcción de tejido social y ser promotores de propuestas colectivas en sus barrios y en la ciudad.
Es muy gratificante ver la frescura y ganas de aprender con que estos jóvenes –entre 18 y 32 años- llegan al programa, como esponjas dispuestas a empaparse de todo lo que les transmitimos.
Pero como suele ocurrir, al final los que más aprendemos somos nosotros, los que se supone que conducimos la sesión y estamos para enseñar…
En una de las dinámicas de la sesión del pasado mes de octubre, propusimos entre todos preparar una charla de sensibilización sobre el racismo en los barrios.
Detengámonos un momento antes de entrar en materia y demos un paso atrás.
Nos sorprende ver cómo está creciendo el fascismo, la ultraderecha, en muchas ciudades del mundo. La última experiencia la hemos vivido con el éxito de Bolsonaro en Brasil, por no hablar ya de Trump y sus excesos… Nos hiere la sensibilidad cada vez que vemos pateras intentando llegar a nuestras costas, barcos de refugiados que nadie quiere acoger. Nos indignamos reclamando a nuestros gobiernos que hagan algo!!!!
Y mientras nos llevamos las manos a la cabeza, no nos damos cuenta de cuánto hay de cada uno de nosotros en que estas cosas sigan ocurriendo…
Volvamos al tema que planteaban estos jóvenes sobre experiencias vividas en primera persona. Un ejemplo nos lo dio una participante al explicar la sensación de impotencia que tuvo cuando una doctora se negó a visitar a un niño en un Centro de Atención Primaria por ser de raza gitana. Nuestra participante era quien llevaba al niño, y no consiguió la visita!!
Otra de las personas explicó sus dificultades para que le alquilaran un piso por ser emigrante y musulmán.
Y por último, una chica negra (así se autocalifica ella, sin usar eufemismos) explicó que, estando en la terraza de un bar, un camarero tardaba mucho en servirla diciendo que tenía muchas mesas pendientes, hasta que la chica vio cómo atendía a mesas que acababan de llegar. Y cuando reclamó, el camarero le dijo claramente que no la quería atender porque era negra!!
Cuando escuchamos situaciones como éstas narradas por gente que lo ha vivido en primera persona, no nos lo podemos creer. ¿Cómo es posible que esto siga ocurriendo en una ciudad como Barcelona, en una sociedad civilizada como Cataluña?
Pero quizá la pregunta sería ¿qué hay de cada uno de nosotros, qué pequeñas actitudes del día a día, que también nos hacen comportarnos con criterios racistas o clasistas, o feministas o machistas…o fascistas, en definitiva?
Estigmatizamos por barrio, pero tanto da que el barrio sea “barrio alto” como “barrio bajo”; estigmatizamos por estudios, por profesiones; estigmatizados por muchas cosas de las que no somos ni conscientes. Por si lleva tatuaje. Por si lleva piercing. Por si vive en la calle. Por si es de una ideología política diferente. Por si no va a la moda. Por si es una persona muy rar@. Por si…, por si…, por si… Desviamos la mirada cuando lo que vemos no nos gusta. Justificamos nuestros actos con excusas terriblemente coherentes desde el punto de vista lógico…
Discriminamos, negamos, ignoramos…
Por tanto, la pregunta que lanzo es ¿somos capaces, de verdad, de crear una sociedad en la que seamos todos vistos, mirados y valorados como personas por el corazón que tenemos, por la nobleza de nuestros actos, o seguimos metidos, imbuidos en mayor o menor medida en un montón de clichés y prejuicios sociales que nos hacen no ver al otro como un legítimo (Maturana dixit), no ver al otro como un ser humano, sino de acuerdo a los patrones que nuestra sociedad nos ha inculcado?
Mientras no seamos capaces de liberarnos profundamente de todos estos prejuicios internos es muy fácil criticar, es muy fácil llevarnos las manos a la cabeza y horrorizarnos por cómo están creciendo los movimientos intolerantes, pero posiblemente todos llevamos un pequeño fascista dentro.
Confío en que estos jóvenes, llenos de ilusión, pasión y entusiasmo, sean capaces de dar la vuelta a muchas de las injusticias que hemos generado en nuestra sociedad.
Enhorabuena a l’IGOP), la Fundació Jaume Bofill y l’Ajuntament de Barcelona por este proyecto!