“Todo aquello que tiene nombre, existe”
Este verano encontré esta cita en un museo escondido en un valle de verdes desbordantes en Navarra, y se quedó dando vueltas en mi cabeza. Y lo ha hecho hasta ahora, que ha emergido iniciando este breve post que ahora estás leyendo como reflexión de inicio de una nueva temporada profesional. Una temporada marcada por la vuelta a una realidad en la que muchos de los contextos, de los espacios, de las relaciones, de los recursos, e incluso de las personas ha cambiado.
La cita sintetiza uno de los principios de la tradición vasca: el nombre de cada cosa contiene la clave secreta de la realidad, pues esta emerge y se hace visible a través del lenguaje y el poder de lo simbólico.
Fue un encuentro reconfortante ya que conocer este principio me ayudó a darle sentido a una de mis manías: poner nombre a los objetos que, para mí, tienen (y contienen) un significado especial. En el fondo me ayudó a no sentirme un loco cuando explico cómo y por qué mi casa se llama como se llama o cuál es el nombre del pequeño mascarón de proa que hay en mi salón, o comparto el apodo del indio de madera que recibe a los visitantes de mi casa… o recito, con solemnidad, el nombre del enorme olivo que da sombra y me acompaña en el jardín.
Y es precisamente de éste último del que quiero hablaros. La sombra de este olivo define un espacio de no más de tres metros cuadrados. Podemos decir que es un espacio pequeño… casi ínfimo. Pero si la vida es un relato interminable de experiencias que dejan su huella en emociones y estas emociones devienen en recuerdos y estos recuerdos se convierten en historias… es un espacio ínfimo repleto de historias de vida.
Al parecer, el influjo del “Olivo de la Palabra” crea condiciones mágicas ya que no deja de asombrarme toda la vida que en ese espacio ha emergido. En esos tres metros cuadrados se han tenido conversaciones en las que se vertieron confesiones inconfesables. Se han tejido encuentros y re-encuentros que han fortalecido amistades, algunas veces a carcajadas y otras a lágrima viva. Se han saboreado comidas donde la diversidad de los manjares han creado puentes entre la diversidad de los comensales. Se han visto bailes, se han escuchado canciones y guitarras y las risas han llenado verbenas y muchas noches de verano.
Es un espacio en el que se entra para “estar”. Es un espacio en el que se ha coronado como reina a la palabra y en el que todos saben que venerar la conversación es cuidar el encuentro. Es un espacio en el que se practica la aceptación del otro tal y como es y que, aunque disintamos, no dejamos de mirarnos desde el reconocimiento.
¿Y por qué os hablo de esto?
Esta nueva temporada profesional que empezamos en SOLO la iniciamos CELEBRANDO y COOPERANDO. “Celebrando” que #seguimos aquí, aportando valor a nuestros clientes. Y “Cooperando” con la red de consultores totales a la que pertenecemos y con todos aquéllos que quieran seguir construyendo espacios profesionales a los que se quiera pertenecer y contribuir. Porque son más necesario que nunca ya que volvemos a esa realidad en la que, como decíamos más arriba, muchos de los contextos, de los espacios, de las relaciones, de los recursos, e incluso de las personas han cambiado. Queremos seguir ayudando a construir otros “olivos de la palabra”, en todos los ámbitos en los que participamos y, en especial, en aquellos en los que invertimos gran parte de nuestras energías, de nuestra inteligencia y de nuestros recursos.
Sabemos que las leyes de los ámbitos personales y profesionales son distintos. La aceptación y las exigencias se rigen por principios que pasan de la incondicionalidad a la condicionalidad. Pero en ambos se hacen necesarios espacios en los que reine la palabra y la conversación para producir, para aprender, celebrar, reconocernos y poder sentirnos cuidados cuando nos mostramos vulnerables y auténticos.
Y en ambos creemos necesario construir “olivos de la palabra”. Es una decisión. Y es una decisión de liderazgo y estratégica, que derivará en decidir cuál es la mejor manera de ser rentables y productivos. Desde nuestra mirada, es aquella en la que creamos valor económico y relacional en equilibrio y en igualdad de condiciones. Y es entonces, cuando lo hacemos, cuando dejamos huellas positivas. Entonces hay espacios para “olivos de la palabra”.
A por la mejor temporada para todxs!
#Seguimos.