“Espero que me sorprendáis y que sea divertido”
Esta es la frase que de manera, más o menos textual, he escuchado en recientes sesiones de trabajo cuando exploramos las expectativas que traen los participantes sobre la misma. Tras esta frase se esconde la premisa de que lo ideal es generar sorpresa, novedad, momentos que impresionen y despierten entusiasmo para que dejen algún tipo de impacto y de huella. En otras palabras, se espera que utilicemos el efecto “WOW”.
Pero, en nuestra experiencia y mirada, creemos que ese destello tiene un límite: su poder es efímero y, lo peor, es superficial.
El verdadero aprendizaje exige algo más profundo: algo que, en contrapartida, podemos llamar el efecto “UFF”: ese tirón interior que cuestiona lo cómodamente establecido, que remueve creencias y pautas automáticas, que nos obliga a soltar seguridades y asumir la tensión de lo desconocido. Es el efecto del desaprendizaje.
Para comprender mejor la diferencia y por qué el efecto UFF es indispensable cuando lo que se busca es transformación significativa, me gusta recordar lo que ya escribí en el artículo “El aprendizaje está en los límites”, donde distingo tres modos de aprender:
– Por impregnación: significa aprender incorporando ideas ajenas (libros, artículos, teorías). Es una forma de recibir lo que otros han procesado.
– Por urgencia: significa aprender cuando el contexto que no controlamos nos empuja a ello (crisis, cambios imprevistos). Aquí la necesidad nos obliga a reinventarnos.
– Por experimentación: significa aprender en la acción, probando, ensayando en condiciones límite. Los aprendizajes más potentes ocurren cuando nos acercamos a los bordes de lo ya incorporado, cuando lo conocido ya no alcanza.
Pero justamente ese aprendizaje por experimentación conlleva riesgo: desestabiliza mapas mentales, mueve emociones, amarga la tranquilidad que ofrecen certezas previas. Y, ahí entra el efecto UFF: la incomodidad, el desasosiego, el “¿y ahora qué?” como condiciones necesarias para que emerja algo nuevo.
Por qué el aprendizaje profundo duele (y debe doler)
El gran Jorge Wagensberg escribió sobre el carácter y el rol evolutivo del dolor. Sentirlo es un aviso de que algo necesitamos rediseñar en nuestra complejidad interna para dar lo mejor de nosotros mismos en respuesta a un requerimiento del entorno. Sin hambre (el dolor de la apetencia) moriríamos por inanición. Por ello elogiemos la existencia de ciertas dosis de dolor.
Pero el dolor es sólo un umbral
Pero este dolor no es un castigo ni una penitencia; es el umbral hacia una forma más lúcida y sólida de estar en el mundo personal y profesional. Es un proceso para atravesar una puerta de crecimiento. Duele porque el viejo modo de mirar o actuar ya no encaja, y lo nuevo todavía no se ha formado. Si nos atrevemos a quedarnos ahí, sin huir ni taparlo, el dolor se transforma en luz: nos devuelve más consciencia, más competencias, más solidez interior, más alternativas para actuar y más capacidad de adaptación. En ese tránsito se ordenan las prioridades, se afinan los sentidos y aparece una comprensión más profunda de uno mismo, del rol y de cómo impactamos en los demás.
Y esto es lo que entiende y profundiza Nassib Taleb con su concepto de “antifragilidad”. Una característica de los organismos en la que la capacidad de hacer este tránsito se lleva al máximo. El aprendizaje trae el beneficio de recuperarnos tras un golpe e incorporar competencias que nos dejan más empoderados que antes.
Por todo ello un proceso o experiencia de aprendizaje no puede quedarse solo en memorable (efecto WOW) y debemos diseñarlo contemplando la existencia de los siguientes elementos:
1. Confrontar para trizar una creencia automatizada o arraigada. Muchas veces actuamos con patrones que no cuestionamos: “Así se hace”, “No puedo cambiar eso”, “Esto ya funciona, ¿para qué tocarlo?”. El aprendizaje transformador exige desmontar esos pilares de seguridad.
2. Generar disonancia cognitiva y emocional. Cuando lo nuevo desafía lo cómodo, aparece el malestar, la resistencia. No es casualidad que muchas personas prefieran seguir igual antes que sentir incomodidad.
3. Construir un espacio de ensayo protegido. Si una persona sabe que puede fallar sin ser penalizada por ello, puede explorar nuevos territorios.
4. Sostener con acompañamiento o narrativa. Los relatos internos, metáforas y el sentido que alguien (facilitador, mentor) ponga al proceso ayudan a conectar la experiencia con el propósito.
5. Integrar con práctica sostenida. No basta con el momento de tensión: hay que hacer, revisar, volver a intentar. Los aprendizajes fuertes son los que se revisitan y se solidifican con el tiempo.
6. Conectar con la autoresponsabilidad sobre el aprendizaje. Cuando el facilitador desaparece es el participante el único responsable del aprendizaje. Una corresponsabilidad: el facilitador ha de crear condiciones, el participante ha de poner en práctica.
Puede ayudarnos hacer una tabla comparativa: WOW vs UFF
Dimensión | Efecto WOW | Efecto UFF |
Propósito principal | Impresionar, motivar, sorprender | Transformar creencias, abrir posibilidades nuevas |
Emoción dominante | Alegría, entusiasmo, asombro | Incomodidad, tensión creativa |
Duración del impacto | Breve — recuerdo positivo pero no necesariamente cambio | Persistente — deja huellas que evolucionan |
Tipo de aprendizaje | Inspiración, introducción de ideas | Desaprendizaje, reconstrucción de mapas mentales |
Actitud del participante | “¡Qué experiencia tan buena!” | “Esto me desafía, hay algo nuevo aquí para mí” |
Riesgo | Escasa profundidad o olvido rápido | Resistencia, bloqueo emocional, posible abandono |
Rol facilitador | Animador, creador de emociones positivas | Acompañante, catalizador, sostenedor de incertidumbre |
Condiciones necesarias | Buen diseño visual, sorpresa | Seguridad psicológica, espacio para equivocarse, relato que contenga |
Resultado esperado | Energía momentánea, buen recuerdo | Cambio de mirada, nuevos comportamientos, crecimiento sostenible |
No se trata de elegir entre WOW o UFF, sino de integrarlos con conciencia. El efecto WOW bien usado puede abrir puertas, generar entusiasmo, captar atención. Pero tarde o temprano debe dar lugar al efecto UFF si la intención es construir aprendizajes sólidos, significativos y duraderos.
Vivimos en una época que premia la rapidez, la inmediatez y la apariencia de resultados. Todo debe ser ágil, agradable, motivador, “fácil de digerir”. Pero esa prisa por impactar nos empuja hacia una superficialidad emocional, donde importa más la forma que la profundidad, más el brillo que la huella. En estos tiempos de velocidad, olvidamos que aprender de verdad no es acelerar, sino detenerse. Aprender es sacudirse. Es desarmar lo que ya no sirve para dejar sitio a lo nuevo. Y eso implica atravesar la tensión de soltar —dolorosa, sí, pero llena de posibilidades. En ese borde donde lo familiar se desdibuja, ahí está el aprendizaje verdadero.
Ese es el desafío. #Seguimos